Una experiencia bastante común entre las familias de adolescentes es el sentimiento de que él o ella no comparte nada de su vida con nosotros y que cuando le preguntamos contesta de forma muy parca e incluso defensiva.
Cuando esto sucede una de los intentos de solución que se suelen poner en marcha es aumentar la cantidad de preguntas que les hacemos. Esto no siempre funciona, de hecho es más normal que no funcione y que solo sirva para aumentar nuestra preocupación.
Algunas de las estrategias que podemos practicar para entender y saber más sobre la vida de nuestras hijas, lo que sienten, lo que les interesa y lo que les preocupa son las siguientes:
- Evitar interrogatorios
- Evitar juicios
- Practicar el silencio. Dejar espacio para que hablen
- Escuchar atentamente. Pero muy atentamente, a esos comentarios, sonrisas, miradas, que hacen como de pasada en cualquier situación. Estos comentarios y gestos casuales son pistas sobre aquello que les mueve y si los reconocemos y los usamos para conectarnos con ellos pueden ser el inicio de un hilo que lleve a una conversación más larga.
- Compartir actividades y dejar que durante estas actividades puedan hablar, expresarse, sacar temas que les interesan.
- Hablar sobre nosotras mismas, sobre nuestras experiencias, nuestros miedos (adaptándonos a su edad), esperanzas.